casiotone for the painfully alone (un accordéon, une bougie, la seine)
cuando cae la noche y el silencio es absoluto, uno piensa en que la inmensidad puede ser realmente medida,
en una incertidumbre,
o en una pisada.
en ese justo momento, en que el tacón levanta del último milímetro del suelo, y el tallo de la hoja se quiebra y se retuerce,
dolorido.
la ciudad se levanta, despierta aun temblando de la noche anterior, la gente se da fuego entre sí, se viste, se remira hambrienta y se calienta con el vaho y el humo de los coches.
torpe, uno flota en agua,
orina fetal,
plasma, oligohidramnios y polihidramnios.
al poco, se incorpora, con dolor de espalda y un cordón colgándole de la tripa y mira, más torpe aun, a los lados, a las orillas, mientras lo empujan y lo sacan de la cama; se fija en las ventanas, en la luz azulada, odiosa y puta compañera que te saca de tu cueva.
tus orillas crecen, fumas, una chica guapa te pide fuego, o dos, bonitos zapatos y camisas de cuadros, arbeit macht frei y bizcochitos con café.
una mañana de tantas, uno pone los pies en la orilla, que ya es parte de las sábanas multiplicadas, con orina,
que ya no es fetal,
con los pies fríos,
que ya siempre están fríos,
y los deja deslizarse por el pasillo para volver a la cueva,
con las hojas.
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